Infórmate

basura textil

El impacto del fast fashion

La imagen de un vertedero textil, en pleno norte de Chile, recorrió las portadas del mundo. Para Sofía Calvo, periodista y creadora del sitio especializado en moda latina, QT-Quinta Trends, la impactante postal no era nueva. Aclara que la ubicación del vertedero no es en el desierto de Atacama, sino en la comuna de Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá.

La también escritora del libro El nuevo vestir, reflexiona sobre los orígenes que nos llevaron como sociedad a llegar a ese punto. “Vivimos en un sistema económico y social, donde nuestro éxito está dado por las cosas que tenemos. En ese sentido, la gente ha aprendido a acumular bienes, que no siempre necesita y no son de la mejor calidad, por lo tanto, tienen una vida muy corta. Muchas de esas prendas terminan en vertederos ilegales y zonas del desierto. Hace mucho tiempo, debido a la moda rápida (fast fashion), accedemos a vestuario de mala calidad que tiene per se una obsolescencia programada: está tan mal hecho, que durará poco por un bajo precio”, detalla.

Sofía Calvo analiza que el comportamiento de compra impulsiva, no va de la mano de una reflexión con respecto a si realmente se necesita, y tampoco se cuidan mucho las prendas adquiridas, lo que acorta aún más el ciclo de vida de esa ropa de mala calidad. Al mismo tiempo, estas prendas son, en general, hechas de poliéster, un derivado del plástico.

basura textil basurero

¿Qué daños genera la ropa? “Es responsable de entre el 2 y 10 % de la huella de carbono a nivel mundial”, enfatiza la periodista.

El factor educacional

“La educación de los consumidores es fundamental, porque les permite, por una parte, reflexionar sobre por qué y para qué compran determinados bienes de consumo, en este caso, en ropa. Y, al mismo tiempo, en caso de hacer una compra, poder elegir de mejor manera productos duraderos, que puedan tener una menor huella de carbono, hídrica y ambiental, y, por lo tanto, ser beneficioso también para su economía familiar”, sostiene.

“Si compras una prenda que no sea tan barata como una inversión y proyectas el uso que le vas a dar, al final te va a salir más barato que comprarte muchas de baja calidad que terminarán rompiéndose rápidamente. Al mismo tiempo, la educación permite a la gente cuidar mejor su vestuario, algo fundamental, ya que el lavado contribuye a 25 % de la huella de carbono de la ropa.

“Con más información, las personas entenderían que hay otros verbos vinculados al vestir, no solo comprar cuando se necesita una prenda nueva, sino que también hay que empezar a poner sobre la mesa el reparar, personalizar, customizar, intercambiar, reusar”, puntualiza.

El ciclo de vida textil

Para Sofía Calvo, es fundamental que el consumidor sepa de dónde viene su ropa para entender cuál es su huella ambiental, cuánta agua se utilizó en función del material que está hecha. Por ejemplo, en el caso del algodón tradicional, una planta muy sedienta, utiliza mucha agua en su cultivo; por lo tanto, una camiseta tradicional puede usar hasta 3 mil litros de agua, y unos jeans, hasta alrededor de 9 mil litros.

En el caso de la ropa de poliéster, es decir, plástico, la biodegradación de esa prenda es de entre 20 y 200 años. “Cuando lavamos el poliéster eliminamos microplásticos hacia el agua que llegan a los océanos y los contaminan. Este problema no solo implica que el plástico se incorpora a la cadena alimenticia de los animales marinos y el ser humano; los océanos también son grandes responsables de la regulación de la temperatura en el medioambiente”, dice.

En octubre del año pasado, la ministra del Medio Ambiente anunció que los textiles entran a la Ley REP, se estima que la salida del reglamento sea en alrededor de dos años. “Las empresas van a tener que hacerse cargo del posconsumo y eso las va a obligar a tomar mejores decisiones en términos de cómo diseñan esa ropa para que el posconsumo no les salga más caro que la producción”.

Hoy existe un cambio de paradigma lento en la industria de la moda, influida por el movimiento ciudadano y medioambiental que ha visibilizado situaciones dramáticas y que, por distancia, eran ignoradas, como el derrumbe de Rana Plaza, en Bangladesh, o los vertederos clandestinos en el norte de Chile.

El reciclaje no resuelve el sobreconsumo y la sobreproducción. No soluciona el problema cultural social detrás de la industria de la moda, que se refiere a la necesidad impulsiva y poco consciente y, en muchos casos, irresponsable de comprar vestuario que al final no se usa.

Se estima que las personas usan 20 % de lo que tienen en el clóset. Diversos países han aprobado leyes similares a la REP (Responsabilidad Extendida del Productor) que obliga a los productores a hacerse cargo de sus desechos.

“Sin embargo, todavía no existe una tecnología sofisticada que permita un reciclaje eficiente y el desarrollo de materias primas de interés para la industria a un precio competitivo, con respecto a las materias primas vírgenes. El reciclaje no es la solución. La respuesta es reducir, ser más consciente, educar a las personas, exigirle más a la industria textil”, analiza.

“Pensemos en un nuevo paradigma del consumo del vestir, entendamos que el vestir no es un acto inocente, es un acto político y cada cosa que compramos y nos ponemos, no solo dice mucho de nuestra identidad, personalidad, de lo que queremos expresar, sino también sobre nuestros valores. Qué creemos, qué pensamos. Optar por ropa que tiene una huella de sangre con el planeta y las personas, puede hablar pésimo de cada uno de nosotros. Dejemos de actuar de manera negligente”, finaliza.